Vivo cerca de en un barrio aledaño al Cementerio. De niño, junto a mis demás vecinitos, montábamos bicicleta, patineta y hasta escuter en dicho lugar. Allí ay dos torres paralelas en frente a un area abierta ¿Sabían que en la parte de abajo de cada una de dichas torres hay un tunel que las atraviesa?
Antes, dichos túneles estaban abiertos (actualmente están sellados con
sendas puertas de
acero), y se conectaban mutuamente.
A los niños nos encantaba recorrer desde la bajadita de
la plataforma superior, seguir los senderos que
llevaban a los túneles, salir del otro lado, y
regresar al punto de origen. Hacíamos competencia a
ver quién ganaba. Era fabuloso pasar
por ahí, pues los túneles son estrechos, no tenían
luces (habían inmensos y oscuros hoyos con
alambres sueltos en el techo), tenían un olor algo
pesado y hasta el mismo ambiente era denso... Cada vez que pasábamos por ahí
(siempre en bicicleta o patineta, nunca a pie) lo
hacíamos a toda velocidad, y salíamos con los
corazones agitados...
Un día se nos ocurrió ir a media noche, y hacer la travesía (túneles incluidos)
que siempre
habíamos hecho amparados bajo la luz del sol. Yo pensaba en aquel
momento que, si siendo
de día esos túneles eran oscurísimos, ¿cómo serían de noche? Tenía un
mal presentimiento.
Sin embargo, ya no había marcha atrás. El reto había sido lanzado entre
el grupo, y quien no lo
hacía, pues sería la burla y el hazmereír de los demás.
Así que, armados tan sólo de nuestras patinetas, cruzamos el muro del
cementerio.
Caminamos hasta las torres, y nos asomamos por el primero de los
túneles... no se veía nada
de nada. Saben, la esperanza que tiene alguien que se mete a un tunel,
es ver la luz del otro
lado. Pues bien, esta vez la cosa cambió... No había luz del otro lado,
pero la hubo. Paso a
narrarles lo que aconteció.
Estábamos decididos a hacer el recorrido (a lo mejor cada uno en el fondo
sentía miedo a
hacerlo, pero ya nadie iba dar marcha atrás). De tan sólo mencionar una
palabra como
"recular", era motivo de burla. Así que... subimos a la
plataforma superior, y en fila, empezamos
a bajar la rampa (aquélla que se ve entre las dos torres cuando miras
desde la calle). Las
patinetas tomaron gran velocidad, y yo me atemorizaba a medida que nos
acercábamos al
primer túnel. Cortamos la primera curva del sendero; iba de tercero en
la fila (éramos 5 en
total). El sonido de las llantas al rodar contra el pavimento era lo
único que se escuchaba en
aquel instante. Dimos la otra curva del sendero, y de pronto...
OSCURIDAD, nada más que
eso... el sonido de las ruedas continuaba, pero era esta vez más
estrepitoso, ya que habíamos
entrado en el primer tunel... resonaban las llantas, pero esta vez más
rápido que antes. Por
nada del mundo quise detenerme en aquel instante, pero tuve que hacerlo.
A decir verdad,
sentí que estrellé contra algo... era mi compañero de enfrente: se había
detenido, al igual que
el que iba al frente suyo. Los que iban atrás, al escuchar el estrellón,
también se detuvieron.
¿Pero por qué? ¡Por qué en medio túnel! Sentí comezón en la nuca, así
como algo frío subir
desde mis pies y anidarse en mi estómago. Quedé petrificado,
preguntándome tan solo qué
ocurría...
No veía nada, ni siquiera mi mano a dos centímetros de mi cara. Todo estaba
oscuro. Pero
luego vi la silueta oscura de uno de mis amiguitos, rodeada de un
extraño halo blanco. Sentí de
pronto que algo pasó corriendo al lado mío (me atemoricé aún más), era
uno de mis amigos, el
que iba de segundo en la fila. El que iba primero se volteó casi
inmediatamente, y cuando pasó
a mi lado, pude ver lo que ellos habían visto... la luz blanca al final
del tunel... ¡PERO TENÍA
ROSTRO, Y FORMA HUMANA!? Flotaba, y se acercaba rápidamente hacia donde
yo estaba...
AAHHHHHHHH!!!!! Sentí el gritó detrás mío, y fue hasta ese entonces
cuando reaccioné y pude
salir corriendo (qué patineta ni qué nada). Tan sólo cerré los ojos, me
volteé, y corrí. El grito no
sólo me hizo reaccionar a mí, sino también a los murciélagos que dormían
en los orificios del
techo del túnel... eran cientos de ellos... mi amigo seguía gritando, y
yo corría con lágrimas en
mis ojos, pues sentía que la cortina de murciélagos no me iban a dejar
escapar... por nada del
mundo quería voltear la mirada, tan sólo sentía que ese "algo"
se acercaba más y más rápido...
no encontrábamos el final del túnel, y sentí que corrí horas para poder
salir de él. Pero de
pronto vi a mis demás compañeros, y me vi yo mismo afuera... seguimos
corriendo,
atravesamos el pasto, saltamos el muro, y aún sentía que
"aquello" venía atrás de nosotros. No
nos detuvimos hasta llegar al punto de reunión (un basurero de cemento
alumbrado por un
poste de luz eléctrica, que quedaba cerca a cada una de las casas de
nosotros). Nos
percatamos que aquella cosa ya no nos seguía, pero aún así, cada quien
cogió rumbo a su
casa, cerró con llave, y no salió hasta la mañana siguiente.
Comentarios que hicimos después al respecto, entre los amigos que asistimos,
describieron a
una mujer de cabellos y ojos blancos, vestida con túnica o harapos que
irradiaban luz... Por
supuesto, nadie nos creyó, y se convirtió en un cuento infantil más.
Pero desde aquella vez,
más nadie se atrevió a entrar a dichos túneles, ni siquiera a recoger
sus patinetas (le pedí a mi
Antes, dichos túneles estaban abiertos (actualmente están sellados con
sendas puertas de
acero), y se conectaban mutuamente.
A los niños nos encantaba recorrer desde la bajadita de
la plataforma superior, seguir los senderos que
llevaban a los túneles, salir del otro lado, y
regresar al punto de origen. Hacíamos competencia a
ver quién ganaba. Era fabuloso pasar
por ahí, pues los túneles son estrechos, no tenían
luces (habían inmensos y oscuros hoyos con
alambres sueltos en el techo), tenían un olor algo
pesado y hasta el mismo ambiente era denso... Cada vez que pasábamos por ahí
(siempre en bicicleta o patineta, nunca a pie) lo
hacíamos a toda velocidad, y salíamos con los
corazones agitados...
Un día se nos ocurrió ir a media noche, y hacer la travesía (túneles incluidos) que siempre
habíamos hecho amparados bajo la luz del sol. Yo pensaba en aquel
momento que, si siendo
de día esos túneles eran oscurísimos, ¿cómo serían de noche? Tenía un
mal presentimiento.
Sin embargo, ya no había marcha atrás. El reto había sido lanzado entre
el grupo, y quien no lo
hacía, pues sería la burla y el hazmereír de los demás.
Así que, armados tan sólo de nuestras patinetas, cruzamos el muro del cementerio.
Caminamos hasta las torres, y nos asomamos por el primero de los
túneles... no se veía nada
de nada. Saben, la esperanza que tiene alguien que se mete a un tunel,
es ver la luz del otro
lado. Pues bien, esta vez la cosa cambió... No había luz del otro lado,
pero la hubo. Paso a
narrarles lo que aconteció.
Estábamos decididos a hacer el recorrido (a lo mejor cada uno en el fondo sentía miedo a
hacerlo, pero ya nadie iba dar marcha atrás). De tan sólo mencionar una
palabra como
"recular", era motivo de burla. Así que... subimos a la
plataforma superior, y en fila, empezamos
a bajar la rampa (aquélla que se ve entre las dos torres cuando miras
desde la calle). Las
patinetas tomaron gran velocidad, y yo me atemorizaba a medida que nos
acercábamos al
primer túnel. Cortamos la primera curva del sendero; iba de tercero en
la fila (éramos 5 en
total). El sonido de las llantas al rodar contra el pavimento era lo
único que se escuchaba en
aquel instante. Dimos la otra curva del sendero, y de pronto...
OSCURIDAD, nada más que
eso... el sonido de las ruedas continuaba, pero era esta vez más
estrepitoso, ya que habíamos
entrado en el primer tunel... resonaban las llantas, pero esta vez más
rápido que antes. Por
nada del mundo quise detenerme en aquel instante, pero tuve que hacerlo.
A decir verdad,
sentí que estrellé contra algo... era mi compañero de enfrente: se había
detenido, al igual que
el que iba al frente suyo. Los que iban atrás, al escuchar el estrellón,
también se detuvieron.
¿Pero por qué? ¡Por qué en medio túnel! Sentí comezón en la nuca, así
como algo frío subir
desde mis pies y anidarse en mi estómago. Quedé petrificado,
preguntándome tan solo qué
ocurría...
No veía nada, ni siquiera mi mano a dos centímetros de mi cara. Todo estaba oscuro. Pero
No veía nada, ni siquiera mi mano a dos centímetros de mi cara. Todo estaba oscuro. Pero
luego vi la silueta oscura de uno de mis amiguitos, rodeada de un
extraño halo blanco. Sentí de
pronto que algo pasó corriendo al lado mío (me atemoricé aún más), era
uno de mis amigos, el
que iba de segundo en la fila. El que iba primero se volteó casi
inmediatamente, y cuando pasó
a mi lado, pude ver lo que ellos habían visto... la luz blanca al final
del tunel... ¡PERO TENÍA
ROSTRO, Y FORMA HUMANA!? Flotaba, y se acercaba rápidamente hacia donde
yo estaba...
AAHHHHHHHH!!!!! Sentí el gritó detrás mío, y fue hasta ese entonces
cuando reaccioné y pude
salir corriendo (qué patineta ni qué nada). Tan sólo cerré los ojos, me
volteé, y corrí. El grito no
sólo me hizo reaccionar a mí, sino también a los murciélagos que dormían
en los orificios del
techo del túnel... eran cientos de ellos... mi amigo seguía gritando, y
yo corría con lágrimas en
mis ojos, pues sentía que la cortina de murciélagos no me iban a dejar
escapar... por nada del
mundo quería voltear la mirada, tan sólo sentía que ese "algo"
se acercaba más y más rápido...
no encontrábamos el final del túnel, y sentí que corrí horas para poder
salir de él. Pero de
pronto vi a mis demás compañeros, y me vi yo mismo afuera... seguimos
corriendo,
atravesamos el pasto, saltamos el muro, y aún sentía que
"aquello" venía atrás de nosotros. No
nos detuvimos hasta llegar al punto de reunión (un basurero de cemento
alumbrado por un
poste de luz eléctrica, que quedaba cerca a cada una de las casas de
nosotros). Nos
percatamos que aquella cosa ya no nos seguía, pero aún así, cada quien
cogió rumbo a su
casa, cerró con llave, y no salió hasta la mañana siguiente.
Comentarios que hicimos después al respecto, entre los amigos que asistimos, describieron a
Comentarios que hicimos después al respecto, entre los amigos que asistimos, describieron a
una mujer de cabellos y ojos blancos, vestida con túnica o harapos que
irradiaban luz... Por
supuesto, nadie nos creyó, y se convirtió en un cuento infantil más.
Pero desde aquella vez,
más nadie se atrevió a entrar a dichos túneles, ni siquiera a recoger
sus patinetas (le pedí a mi
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