viernes, 7 de septiembre de 2012

Sarcasmo del Maligno


Sarcasmo del Maligno

Quienes presenciaron la tragedia, aún sufren escalofríos al recordarlo, y como no, si la mayoría eran madres, padres y hermanos de los desafortunados. 

Era una tarde de agosto, calurosa y tranquila en campamento Río de Janeíro. El río, a causa de la sequía veraniega no estaba profundo y de la usualmente fragorosa cascada apenas caían unos tímidos chorros, los necesarios para no secar el pedregoso lecho. Estaba por anochecer y a la luz del ocaso la congregación entonaba dulces cánticos espirituales, mientras por la rivera desfilaban cinco jovencitos ataviados en uniformes blancos y verdes sobre los que relucían las meritorias insignias de Los Conquistadores. Todos ellos sonreían nerviosos cuando se adentraron en las frías aguas, que apenas les cubría las rodillas. El pastor los siguió biblia en mano, dispuesto a celebrar el bautismo. Los cánticos cesaron para cederle la palabra al Ministro del Señor y justo cuando iba a abrir la boca, un sordo estruendo desde la cima de la cascada ensombreció el ánimo de todos los presentes, quienes con expectación dirigieron su mirada hacia al punto mencionado para descubrir que estaba pasando y durante unos segundos, tan sólo pudo oírse el débil eco de aquel ruido. Entonces ocurrió: por la cascada se precipitó una avalancha de agua turbia, barrosa, que arrastraba consigo filosas piedras y troncos de árboles de considerable tamaño que convirtieron la caída en un furioso remolino que desmadró el cauce. La muerte se desplazó vertiginosamente. Ni los Conquistadores ni el pastor lograron alcanzar la ya inundada orilla pues antes de dar el primer paso ya habían sido derribados por la corriente que los arrastró hasta el fondo. Los de la orilla también cayeron, pero fueron expulsados hacia afuera. Los gritos de los infelices impregnaron el aire. Manos, pies y cabezas ensangrentadas se asomaron por entre los remolinos del alud, sacudiéndose con desesperación antes de ser ocultados de nuevo por el lodo. Durante cinco minutos, todo fue confusión. Luego, el río recobró su pesadez, aunque no la transparencia de sus aguas. 

Durante días fueron buscados los cuerpos, pero no hallaron siquiera girones de ropa. Extrañamente lo único que pudieron hallar fue la arruinada biblia del predicador, que se atoró entre las ramas de un árbol que se arqueaba sobre las aguas. Pero no hubo cadáveres que enterrar, tan sólo un misterio que perduraría a través de los años pues nadie nunca pudo determinar que había provocado aquella ola gigantesca. Y así, la triste noticia que ensombreció los titulares terminó por convertirse en una más de las leyenda urbana que los acampantes de Janeiro contaban en sus noches de insomnio. Fue así como me enteré de ella, una viernes en la noche, en una cabaña atestada de desconocidos que achacaban aquella tragedia a las malas artes del Diablo, la versión que la Iglesia marcó como oficial para las siguientes generaciones. 

Aquella noche de diciembre, tras oír cuentos insanos sobre niñas fantasmas que acechaban los baños de los varones, o de susurros que provenían de la oscuridad, me lo pensé dos veces antes de ir a orinar, pero como tampoco quería pasar la vergüenza de sufrir un accidente, me armé de valor y salí a los sanitarios, que se hallaban a menos de cincuenta metros del dormitorio. Hacía un frío de los mil demonios y el viento era algo fuerte, lo cual provocaba que los árboles se mecieran violentamente, aumentando el aspecto sombrío de los corredores sin luz. Oriné de prisa, mirando de reojo continuamente por si el infantil espantajo hacía acto de presencia, pero afortunadamente no fue así. Todavía temblando de frío (y miedo) opté por no lavarme las manos y apuré mi regreso a la cabaña, no sin antes mirar involuntariamente a mi alrededor y un poco más allá. El alma se me fue a los pies cuando mis ojos se detuvieron frente al edificio que servía como comedor: afuera, junto a las puertas, formados en una perfecta fila india, cinco muchachos ataviados con un pantalón verde y una camisa blanca repleta de insignias esperaban como hacíamos nosotros cada mañana, que nos permitieran acceder al desayuno. Tenían todos las miradas perdidas y en sus rostros había rasguños sangrantes provocados por las filosas piedras del fondo del río. 

- Te ríes de tu obra ¿verdad?- pensé y temiéndo recibir una respuesta, puse pies en polvorosa. No sé como hallé el camino pero corrí velozmente hacia la cabaña, donde casi entré de un salto, cerrándo con un portazo. 

- ¿Se te apareció la niña? – preguntó uno de los muchachos tras una carcajada. 

Tardé mucho en recuperar el aliento, sudaba frío y quería vomitar. Todos me miraban entre divertidos y atemorizados murmurando cosas entre ellos, sin saber que pensar al respecto. Finalmente, mis pensamientos se aclararon en medio del espanto. 

- El diablo les manda saludos – solté secamente imponiendo silencio. Me escurrí hasta mi litera y me envolví en las sábanas, negándome a cerrar los ojos para no mirar a esos demonios transfigurados en niños, cuyos rostros espectrales se asomaban ya por las ventanas del dormitorio.

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miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Historia de Slenderman


La Historia de Slenderman


Originalmente concebido en los foros de Something Awful en un tema en el cual los usuarios sacaban a relucir sus habilidades con el PhotoshopSlenderman u Hombre Delgado, su traducción al español, es un ser de características "míticas", un boogieman del siglo veintiuno.

Slenderman nació como una figura alta, con brazos como tentáculos saliendo de
 su cuerpo, que aparecía en fotos con muchos niños Mientras el mito crecía, se transformó
 en un monstruo alto y delgado (su altura estimada sería entre tres y cuatro metros) capaz de 
cambiar de forma (shape-shifting) con el objeto de atrapar y encantar a sus víctimas;

 

por momentos podría lucir a grandes razgos como un hombre normal, y en otros producir 
incontables tentáculos. Quizás lo que llevó a convertirlo en una figura tan popular en "la internet
 yanqui" fueron los rasgos que lo identificarían hasta hoy: su cabeza completamente desprovista
 de cualquier rasgo, su piel totalmente blanca, y un traje formal negro.   




Su apariencia le permite camuflarse entre los árboles, por lo que se le asocia particularmente

 con este tipo de escenario. Sus victimas caen en un trance al verlo, siendo atraídas hacia él

 sin poder hacer nada por evitarlo. Lo que Slenderman les hace una vez que caen presa de

 la hipnosis permanece un misterios; se especula que los utiliza de alimento, juega con sus
restos, los absorbe, lleva a "otro lugar" o los transforma en otros slendermen.  

 



Este monstruo se asoció inmediatamente con dos elementos en particular: los

 bosques y los niños. El folklore que lo rodea cuenta historias en las cuales niños

 desaparecen al jugar cerca de un bosque, para reaparecer como cuerpos horriblemente

 mutilados. También se lo asoció a los incendios; haciéndole aparecer en varias fotos 
apenas dibujado entre el humo de alguna casa que desaparecía entre las llamas. Básicamente 
se esconde en el humo, la niebla o entre los árboles, y su aparición se da antes de 
misteriosas desapariciones, u horrendas matanzas asociadas con niños. Como cualquier mito,
 está sujeto a un constante cambio, y desde la aparición de diversas ficciones que lo toman 
como protagonista se ha aceptado que suele acechar a aquellos que saben de él, al igual que 
niños o gente que guste de dar paseos por el bosque.   

 



Sus orígenes se atribuyeron a una misteriosa figura de la mitología alemana, Der Ritter

la cual se dice que secuestraba niños que se portaban mal, además de habitar el Bosque Negro.   

 

Grabado alemán del siglo XV, titulado "El Caballero".  

 

Grabado alemán del siglo XVII, autor desconocido.   

Slenderman y la era informática   

 

Como buen hijo de la internet que es, desde su aparición se lo ha asociado con los
 medios digitales: su presencia se perpetua mediante fotos, videos o blogs. Es interesante
 notar que su presencia se ha asociado a desperfectos en las máquinas digitales que 
intentan grabarlo; desde errores en la cámara, ruido, tonos agudos y distorsiones en
 cintas hasta archivos de fotos corruptos. Quizás el hecho de que su presencia sea capaz de
 afectar el medio electrónico es parte del porqué de su gran popularidad.   


 

Foto sacada en 1988. Los niños en la foto son (de izquierda a derecha) Nicholas Howards, 
Daniel Howards, Stacy Howards y Nathaniel Kellinger. La fotografía fue tomada aproximadamente
 dos horas antes de la desaparición de Nicholas y Stacy. El hombre de traje en la foto, aunque 
todavía sin identificar, fue el principal sospechoso de ser el secuestrador durante la investigación
 debido a las reiteradas quejas de los chicos de un hombre de traje "mirándolos" mientras jugaban 
en el parque. La mujer que parece mirarlo fue interrogada, pero reportó no haber visto a ningún
 hombre de traje en la escena. Nicholas y Stacy nunca fueron encontrados. 
La investigación cerró en 2005." 

Sus víctimas   

 

Aunque en las historias tengamos como protagonistas tanto a niños como a jóvenes
 adultos, normalmente los que son capaz de contarnos la experiencia (en tiempo real o
 como un relato del pasado) son los más grandes; por lo que no son claras las diferencias 
en la manera que afecta a sus victimas. En el caso de los adultos, desde Marble Hornets (ver
 más abajo) se denota que el contacto constante con Slenderman genera un violento y 
constante carraspeo, además de pérdidas de memoria (Slenderman gana el poder de controlar a 
sus víctimas, y mientras están bajo su influencia, no son conscientes, generando 'baches'
 en la memoria). En EverymanHYBRID su presencia es anunciada con pesadillas; en Just 
Another Fool aquél que cae víctima de Slenderman termina volviéndose loco. El deterioro mental de 
los protagonistas se manifiesta mediante dibujos inconexos de figuras altas, árboles y el "símbolo 
del operador" (Operator Symbol, original de Marble Hornets); escritos incoherentes y el mantra 
de "He sees me" (Él me ve).  

Popularidad   

 

Desde su nacimiento en los foros de SA hace un par de años, saltó inmediatamente a 4chan,
 más especifícamente a la board dedicada a lo paranormal (/x/), desde la cual se expandió hacia 
el resto de la web. Luego de que Marble Hornets comenzara a postearse en Youtube, el concepto 
de los mismos usuarios siendo acechados por Slenderman se popularizó, y comenzaron a generarse 
diversos blogs que, en la manera de un ARG (Alternate Reality Game, o juego de realidad alterna, 
en los que se juega a tiempo real), contaban historias de horror en las que el protagonista relataba
la manera en la que Slenderman lo perseguía.   




martes, 4 de septiembre de 2012

Viaje


Viaje


Aquél viernes aburrido en la ciudad de Linares (así como todos los días de la semana en esta
 ciudad) por la mañana había tenido inconvenientes con el preuniversitario al que asistía, así 
que debía recuperar las clases por la tarde. Como había saltado las 3 clases de ciencias, para
 recuperarlas tuve que sacrificar el ver el partido de Chile, que ese día jugaba su segundo partido
 en la copa América, ya que al final saldría de clases a las 20:20 horas, una media hora después del
 final del partido. 
Luego de clases, era volver a casa por el camino de siempre… aquella alameda desolada por el 
despiadado otoño que nos azotaba con sus bajas temperaturas… aunque ese viernes fue el día 
más frío que jamás haya sentido antes… Como siempre salí del preuniversitario escuchando
 música, sin hablar con nadie… no tengo muchas personas con quien hablar ahí (ya que no conozco a
 nadie y soy malo relacionándome con las demás personas) así que todo marchaba como siempre… 
salía de aquel sitio con la sensación de soledad para entrar de nuevo en el camino por la alameda.  

Ese día, la alameda se veía especialmente fúnebre… aun siendo de noche, unas nubes teñidas 
de un sutil tono rojo le daban un toque nostálgico, y al mismo tiempo, un poco tenebroso al lugar. 
El viento soplaba y hacía crujir las ramas mientras chocaban unas con otras en las copas de los
 árboles, que apenas podía divisar por la espesa neblina que me rodeaba. “Un día común de otoño”, 
pensé para mi, mirando la hora como usualmente suelo hacer. 20:33 pm. 

Recuerdo que el camino a casa se me hizo eterno… luego de cruzar la primera calle de la alameda, 
sentí un tremendo dolor de cabeza me tuvo bastante adolorido, y un poco mareado, y por alguna razón
 me dolían también las piernas. “No estoy tan viejo como pa’ que me haya llegado el viejazo” pensé
 en voz alta. El frío cada vez se hacía más intenso, al punto de no sentir mis manos y mis pies…
 Seguí caminando apresuradamente, sin percatarme de que ya poco podía ver por culpa de la niebla. 
Sólo era capaz de ver las luces de los autos mientras pasaban, inusualmente sileciosos. En ese 
momento decidí fumarme un cigarro, por lo que me senté en una banca (por mucho frío que hiciera,
 el vicio era aún más fuerte), cuando… intentando divisar a través de la niebla, vi pasar lentamente 
algunas siluetas de personas caminando que iban y desaparecían constantemente. 

Sentía que el frío se hacía cada vez más intenso, al punto de ya no sentir ninguna parte de mi
 cuerpo. Aun así, fumé mi cigarro tranquilamente, escuchando el ladrido de los perros, y el 
murmullo de la ciudad por la noche. Al terminarlo, boté el cigarro al piso, poniéndome en marcha 
de nuevo, solo que esta vez me sentía más ligero que antes… Obviamente era el efecto del 
cigarro, o eso fue lo que pensé. Algo andaba mal, pues apenas podía escuchar los pasos que 
usualmente en el piso de la alameda eran bastante ruidosos, y podía escuchar a medida que caminaba, 
un murmullo de gente la cual no veía. Ahí fue cuando todo empeoró. 
Una corriente de viento hizo sonar aún con más fuerza las ramas de los árboles, miré hacia arriba por
 instinto, cuando bajé la mirada, súbitamente apareció frente a mí una mujer anciana, que por alguna 
razón se veía triste. “Tú no eres de aquí, debes volver a tu casa, antes que se haga más tarde.” Lo
 que me dijo me hizo enojar, no iba a permitir que nadie me dijera a mi edad las cosas que debía
 hacer, pero aquella expresión de tristeza que tenía, me frenó de decirle cualquier cosa impulsiva.
 “Muchas gracias por preocuparse por mí, señorita, usted también debería volver, está haciendo mucho
 frío”, le dije. “Tengo cosas que hacer antes de irme, aunque no sé muy bien cómo hacerlo. Bueno, 
ojalá despierte bien, me voy yendo.” La anciana empezó a alejarse de mí, mientras que yo no 
sabía que responder, pensando en que la señora estaba un poco senil, y que no era eso lo
 que quería decir. Seguí caminando pues, pensando en esto, con la sensación de que al pasar ese
 día por la alameda, había estado caminando por un Linares distinto. Un Linares más vacío… más
 frío… más triste. El murmullo de la gente se hacía más fuerte, y era como si viniese de todas 
partes. Me empecé a desesperar, ya que no veía a nadie, además de eso, mi dolor de cabeza seguía
 empeorando, y lo único que se me ocurrió, fue poner música en mi celular. 20:33 pm marcaba el
reloj por encima del reproductor de música de mi Nokia. No había pasado ni un minuto desde que
 había entrado a la alameda. Un fuerte dolor en el pecho que se extendió por todo mi cuerpo, una
 sensación angustiante me tenía congelado ahí donde estaba parado, mirando la hora… 

Comencé a correr de la nada hacia mi casa, con los ojos entrecerrados, y cantando para poder
 distraerme un poco, pero cada vez que avanzaba me sentía muy nervioso. Las únicas luces que
 se veían en el camino, eran las de los faroles. Pero ninguna casa, a pesar de ser temprano, tenía
 las luces prendidas. Ningún auto pasaba por la calle donde me encontraba. Aunque podía ver 
algunas luces cuando miraba hacia atrás. Los perros que usualmente eran amistosos conmigo, ladraban
 frenéticamente cuando yo pasaba… No quería pensar lo peor, además era muy estúpido creer que
 estaba siendo parte de una de tantas historias de terror de las que se han sabido. Aun así, el hombre 
está condenado a temer a lo desconocido, y fue la primera vez que sentí tanto miedo, tanta soledad, 
desesperación y frío. 
Tenía la esperanza de encontrar a alguien en mi casa, pero fue la misma cosa. Cuando quise sacar 
las llaves para abrir, no fui capaz de encontrarlas. No tenía más remedio que seguir vagando, por más
 cliché que sonara aquello. 
Cada paso que daba, mi cabeza me dolía mucho más que antes, y más mareado me sentía. 
Pronto perdería las fuerzas para caminar, quizás, también podría desmayarme. Así que caminé
 de vuelta a la alameda. No tenía dónde más ir, además, fue lo primero que se me ocurrió. Al llegar
 a la alameda, todo se empezó a ver borroso. 
Las múltiples siluetas que antes había visto, ahora eran mares de gente. No fui capaz de divisar
 mucho, puesto que mi visión era borrosa… pero me pude percatar que las siluetas no parecían 
caminar… sino, más bien, desplazarse. 
Confundido, adolorido, mareado, y sin fuerzas, caminaba en zig-zag por la alameda de Linares, 
hasta que finalmente, me desplomé en el piso, desmayado, pero de un momento a otro, me 
despertó un sollozo. Era la misma anciana que antes me había encontrado, que lloraba 
desolada. “Tranquilícese, señora…” –atiné a decir-“¿qué es lo que pasa?”. Mientras
 pronunciaba esas palabras, una multitud oculta en la oscuridad me veía con ojos brillantes, con
 tristeza. Sentí que nada en ese Linares donde había despertado, era igual al Linares donde 
siempre había vivido. Esto pensaba cuando la anciana me respondió: 
“Tan joven… y vino a parar a La Alameda…” -dijo entre sollozos, mientras apuntaba a la calle-. Dirigí 
mi mirada hacia allá, y una ambulancia estaba estacionada, y en frente de ella, una multitud
 de gente silenciosa, que parecía sacar fotos, de algo que hubiese preferido jamás ver. Mientras 
me acercaba, la gente se veía más pálida, un tanto difuminada… Pero aun así pude ver claramente 
mi cuerpo tendido en el suelo, sobre un manchón gigantesco de sangre… varios huesos rotos, 
y una abertura en la cabeza como jamás había visto una. 
Me hubiese gustado decirle a mi abuela cuanto la quiero una vez más, haber hecho las paces con 
mis padres, y tener una mejor relación con mis hermanos… Haber sido más cercano a mis amigos… 
Y muchas otras cosas… pero… supongo, que dentro de mucho tiempo, o quizás poco, lo que el
 destino quiera, será la oportunidad de pedir perdón, hacer las paces, e irme en paz, hacia donde
 fuera, que cuando morimos, nos vamos… 

Autor: 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Debajo de tu cama


Una noche mientras dormía me ocurrió algo increíble. Llevaría un par de horas dormido cuando sentí una carga encima de mí, como si algo me aplastase contra la cama, intenté despertarme pero no podía, cosa extraña ya que tengo el sueño ligero y casi cualquier cosa me despierta fácilmente. Me esforzaba en despertarme pero no lo conseguía, era como si algo controlase esa fase del sueño no dejándome escapar de ella. Seguí sintiendo esa fuerza aplastándome, notaba como el colchón se hundía por el peso extra. Luché por despertarme pero era inútil, en sueños grité de rabia, cada vez con más fuerza. De repente oí mi grito, mis cuerdas vocales lo emitieron, conseguí que ese alarido pasase de la fase inconsciente a la consciente, en ese momento me desperté por el fuerte rugido que produje, de alguna manera traspasé esa barrera que separaba las citadas fases a través del chillido y conseguí acceder a la consciencia que me era privada. Raudo y totalmente despierto me dirigí al interruptor de la luz. Antes de encenderla vi un destello rojo en la oscuridad, también me pareció oír un pequeño murmullo, algo gutural. 

Mi corazón latía apresuradamente, ya estaba totalmente consciente, y estaba seguro de no haber soñado ni el destello ni el murmullo. Sentí una presencia en la habitación, y no era mi miedo. Miré a todos lados, no vi nada. Al final desconcertado opté por dormirme de nuevo, yo no creía en lo sobrenatural, así que no le di mayor importancia. Seguí sintiendo la presencia, pero recurrí a mi mente científica decidiendo que alguna explicación lógica tendría todo eso, y la verdad importaba poco cual si asumía que era racional y no espiritual, así que resolví intentar dormir de nuevo. Lo conseguí al cabo de cierto tiempo. 

Al poco volví a notar algo extraño, ya no era un peso que me aplastase contra el colchón, ahora era algo que tiraba de mí, sacándome de la cama y hundiéndome en el suelo, en una especie de inframundo siniestro. Pero tenía la sensación de que dejaba mi cuerpo atrás, me despojaban de él y me hundía en algo tenebroso. Otra vez no podía despertarme, veía una cegadora luz roja, y una pequeña sombra oscura que emitía un ruido parecido al de un perro iracundo. Grité de nuevo, di un golpe al aire con el puño hacia delante. Me desperté, no estaba en el suelo, estaba en mi cama, pero la mano me dolía, y no había la posibilidad de haber golpeado la pared ni nada, pegué al aire hacia delante, me desperté justo en ese momento, y el puño estaba en el vacío. Estoy seguro de no haber golpeado nada físico. La mano me dolía cada vez más, durante varios días tuve un pequeño moratón. Mi corazón latía cada vez más fuerte, pero ahora era por la rabia, noté que mis músculos se llenaban de una energía impresionante. Obviamente estaba produciendo una ingente cantidad de adrenalina. Mis ojos se colmaron de sangre, lo se porque me picaban intensamente, mi pecho se agrandó por el aire que cogieron mis pulmones, las venas de mis brazos se ensancharon, sentí que debía atacar aunque no sabía a que. Fue una sensación extraña, algo primitivo, como una presa que se siente acorralada y para defenderse se prepara a asestar un único golpe con toda su fuerza. En ese momento sentí como si pudiera tirar la pared de un solo puñetazo. Entonces la lámpara se movió en el techo, como si hubiera una corriente de aire, pero todo estaba cerrado. Luego un sonido en los libros de mi estantería. Y finalmente el silencio más absoluto. Dejé de sentir la presencia. 



Algo vino a por mí una noche mientras dormía, lo se. No se que era, ni cuales eran exactamente sus intenciones. Pero si se una cosa. Volverá.
 

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La chica de la curva



Pasaban quince minutos de las nueve de la noche cuando Cobos

decidió irse. Llevaba varias horas delante de la pantalla del ordenador,
sin apenas pestañear y pensó que ya era hora de marchar a casa.
Fuera, en la calle, ya había anochecido hacía un buen rato. El viento
soplaba con una fuerza inusitada, como antesala de una tormenta que
estaba a punto de llegar.
Antes de cerrar la oficina con su llave, tecleó en la pequeña consola la
clave para activar la alarma electrónica. Esperó unos segundos tras
cerrar la puerta hasta que escuchó un pitido agudo que indicaba que la
alarma quedaba en servicio, y con un gesto instintivo se echó la
 gabardina por encima de los hombros. El frío arreciaba y empezaba a
lloviznar.
Con paso rápido alcanzó su vehículo, un viejo Renault verde oscuro que
 pese a los años, se encontraba en bastante buen estado. Abríó la
puerta y con rapidez se introdujo en su interior.
Introdujo la llave en el contacto y en breves segundos una tenue luz dió
vida al cuadro de mandos. Giró la rueda de la calefacción al tope, y se
dispuso a iniciar la marcha hacia su hogar.
La tormenta se fue volviendo cada vez más virulenta a medida que se
alejaba de la oficina. Aún le quedaban unos 50 kilómetros hasta llegar a
su casa, situada en las afueras de una pequeña ciudad dormitorio.
Decidió encender la radio para hacer el trayecto más apacible; sin
embargo la grave voz del locutor de ese programa de misterio que tanto
le perturbaba, inundó el oscuro interior del vehículo.
Giró a la derecha para incorporarse a la carretera comarcal por la que
tendría que transitar varios kilómetros. No le gustaba nada regresar a
 casa por este camino, máxime cuando hacía una noche tan desapacible
como esta, ya que el firme no se encontraba en buen estado y apenas
había iluminación. De hecho se había producido en ella varios
accidentes en los últimos años, alguno de ellos mortal. Esto también
había dado lugar a habladurías de la gente, que afirmaba que en una
curva se aparecía una mujer joven vestida de blanco y con aspecto
desaliñado.
Cobos no era una persona que diera mucho crédito a este tipo de
historias. Sin embargo tenía que reconocer que había algo en esa
carretera que le provocaba una sensación extraña, de intranquilidad.
Ya había dejado atrás las luces de la pequeña ciudad, y la oscuridad lo
inundaba todo. Sólo el resplandor de los faros delanteros era capaz de
romper con la negrura de esa noche sin luna. De pronto, una sensación
muy extraña se apoderó de él. Se dió cuenta que no se escuchaba
ningún ruido, salvando la radio y el sonido del motor y los neumáticos
sobre la gravilla.Decidió parar en el arcén sin saber bien para qué, ni
que se encontraría. Abrió la puerta del coche y salió. Fuera llovía
copiosamente, pero apenas se escuchaba algo más que el ruido del
motor y el golpeteo de las gotas de lluvia en el techo del coche. Se
introdujo de nuevo en el vehículo, e inició la marcha, sin haber
despejado del todo ese hormigueo que tenía en el estómago.
Su incertidumbre duró poco tiempo. Al mirar por el retrovisor interior del
coche se dió cuenta de que no iba solo. Una mujer totalmente
empapada, con un vestido blanco, y la mirada ausente se encontraba en
el asiento trasero.
Era imposible que se encontrara allí: el vehículo sólo tenía dos puertas y
de ninguna forma se podía acceder a la parte trasera, salvo por la puerta
del lado del conductor, ya que la otra se encontraba averiada desde
hacía varios días y no se podía abrir.
Su corazón empezó a latir aceleradamente. Frenó en seco y con sus
manos se tapó el rostro, con la esperanza de que todo fuera fruto de su
imaginación. Sin embargo al volver a mirar por el retrovisor, la figura
seguía sentada en el mismo lugar.
Cobos se giró y balbuceando preguntó a la mujer quién era, y que hacía
allí. Sin embargo esta no articuló palabra. Su mirada seguía perdida
Dios sabe donde…
No podía ser. No podía estar nadie allí. No podía ocurrir que esa vieja
historia de la mujer de la curva le estuviera ocurriendo a él. No creía en
ese tipo de tonterías. Decidió salir del coche y echar un vistazo desde
fuera. Tenía que ser fruto de su imaginación.
Asió la palanca de la puerta con la mano dispuesto a abandonar el
coche, y de repente sintió una fuerte presión en el cuello. Notó como dos
manos frías como el acero le presionaban impidiendo el paso de aire a
los pulmones. Miró sorprendido por el retrovisor y la imagen que vió le
provocó pánico. La mujer ya no tenía esa mirada fria y distante sino todo
lo contrario: los ojos parecían que se iban a salir de las órbitas y
reflejaban un odio que nunca había visto en ningunta otra mirada.
Intentó zafarse de las manos de la mujer pero le resultó imposible. Poco
a poco, a medida que el oxigeno apenas llegaba a sus pulmones, fue
perdiendo la consciencia, seguro de que iba a morir, pero sin entender
aún porqué. Hasta que la mujer aproximó sus labios y dijo con una voz
carente de expresión: nos veremos en el infierno, donde estoy desde
aquella noche que me atropellaste en la curva que acabamos de pasar.
¿Recuerdas?
Fueron las últimas palabras que escuchó. Después reinó la oscuridad
más absoluta.

Autor:erizorojo